“Horizonte artificial”, Felipe Ávila (tapatío) en la NASA
Por Daniela Herrera
“Me gusta mucho ver como los aviones van descendiendo, tenemos la fortuna de estar cerca del aeropuerto en el CUT, así que por las mañanas, mientras tomo un café, subo al tercer piso del edificio A y paso un buen rato viendo los aviones, forzando mi vista y retándome a mí mismo a ver hasta donde veo… ¿sabías que quiero ser piloto?”.
Horizonte artificial, o Artificial Horizon, es un instrumento de la aeronave que le da al piloto su orientación con respecto al horizonte, y aunque Felipe Ávila quería ser piloto desde antes, reconoce que su proyecto para conquistar Marte le abre puertas: salió en televisión, en medios impresos, en la web, pero lo que más reconoce, es tener en su haber 20 años de vida y ya haber participado en un programa espacial.
En julio de 2017, 10 estudiantes de la Universidad de Guadalajara fueron ganadores de una beca para participar en el Programa Internacional del Espacio en el centro de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio: NASA, por sus siglas en inglés. En el evento Campus Party se lanzó una convocatoria por UdG y AEXA, Felipe y su equipo hicieron el resto.
Él en ese entonces estudiante de segundo semestre de Nanotecnología en el Centro Universitario de Tonalá, en Jalisco, reclutó a un equipo multidisciplinario de jóvenes de otros centros universitarios que le permitieron contar con dos estudiantes de biomédica, una de diseño industrial y uno de física, que, acompañados de un profesor, desarrollaron un proyecto para poder llegar al planeta rojo y conquistarlo como si fuera la primera comunidad que llegara en 2069.
“Varios me dijeron que no, algunos se rieron y algunos otros ni caso me hicieron”, comenta, después de explicar que eran el equipo más joven de los 17 equipos en el concurso.
El Ground Control lanzaba órdenes, había comenzado la cuenta regresiva: 3, 2, 1… ¡El día llegó! : “Arriba de mi cama, donde iría la cabecera, escribí en cuenta regresiva con crayón (porque no tengo cabecera) del 10 al 1 contando los días que faltaban para que llegara el día de irnos”, comenta, además de recordar la emoción y el nerviosismo de aquel día en el que partió a la NASA: “estaba nervioso, pero feliz de lo que estaba sucediendo, muy feliz”.
Las dificultades en el transcurso del proyecto, no se hicieron esperar, no podía ayudar en el negocio familiar, una mueblería en Tonalá, lo que hacía del trabajo de su padre una labor más pesada en la producción de muebles, pues durante vacaciones acudía a la escuela para tener acceso a internet y un espacio dónde trabajar.
El 21 de junio de 1969, Niel Armstrong pisaba por primera vez la Luna en representación de todos los terrestres, al hacerlo marcó una pauta, y la remarcó con su frase célebre recordada hasta hoy en día: Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad. Lo anterior resulta una analogía a la situación de Felipe, en donde el hombre es cualquiera, la humanidad es su abuelo, a quien anunció primero la noticia, a quien considera su héroe.
Quince veces el Estadio Jalisco, es como describe el tamaño de aquel lugar, en el que estuvo durante una semana. Menciona que es un lugar genial, que está lleno de historia, alegrías y tristeza: “Ahí se escucharon rugir y tronar, incluso gritar a los astronautas que han perdido la vida en diferentes misiones”.
Hoy en día sigue en la universidad, a veces distraído, sin ser el mejor en matemáticas, no le va bien en la escuela, pero admite no ser pésimo. Solo mira a la ventana, y al cielo en específico.
La NASA le dio a quien quisiera ser piloto un horizonte artificial con el que se puede mover sin ningún problema, con el que en algún momento volará por los cielos.
Aquí Houston, una pregunta: ¿Felipe, sigues siendo soñador? Felipe responde: “Todos deberíamos seguir siendo soñadores”.