Glifosfato y el modelo de desarrollo medioambiental
El problema del glifosato, al igual que el de la agenda medioambiental necesitan de soluciones de intervención del Estado para su regulación.
Guadalajara, Jal. — La discusión pública en los últimos días sobre el glifosato y sus efectos ha traído consigo una reflexión que debemos tener sobre el papel de ciertas empresas en el campo mexicano y –más profundamente- el modelo de desarrollo agroalimentario productivo que se busca en este proceso de transformación.
Parte del desarrollo que se ha generado en las investigaciones sobre el glifosato, pero en general sobre el modelo de producción del campo, han revelado malas prácticas por parte de empresas irresponsables que generan impactos ambientales, económicos y sociales en el territorio.
Lamentablemente estos temas no perduran tanto en la agenda pública por el poco interés de algunos sectores mediáticos por tratarlo. En esta ocasión, el caso de disputa sobre el glifosato sirvió más como forma de golpeteo mediático y político al gobierno, que de análisis y discusión sobre los planteamientos serios que hay detrás.
La agenda ambiental, a pesar de convertirse en una de las preocupaciones más latentes en este siglo, en muchas ocasiones ha sido utilizada como un discurso superficial.
Dice Beatriz Santamarina que el discurso medioambiental, capturado por el neoliberalismo, se ha convertido más en una mercancía a lo largo de este siglo que en una agenda política de acción, ya que el uso del mismo se ha institucionalizado y manejado a través de la burocratización de sus procesos y soluciones.
“Pero lo interesante del proceso de normalización e institucionalización de lo ecológico […] es descubrir cómo a través de él se han definido tanto los espacios de actuación como las formas de acción y los actores. El resultado del largo proceso de la institucionalización y normalización ha sido la creación de un espacio de actuación ineficaz para la solución del conflicto ecológico, la exclusión de los intereses de la mayoría y la definición de sus contenidos, expectativas y significado social".
Esto sin duda ha generado graves problemas en el desarrollo de soluciones para las graves problemáticas ambientales de los países, pero en especial de los países en vías de desarrollo, o mejor dicho, en los países pobres.
El caso de México es emblemático en el tema del desarrollo del campo. Por un lado durante años se vendió una idea de desarrollo que implicaba la “modernización” del mismo, pero nunca se habló de qué tipo de modernización sería para lograrlo. No se habló del papel de los y las campesinas, su bienestar y el impacto que tendría en ellos modernizar sin justicia.
Algo de lo que tanto ha hablado Andrés Manuel López Obrador en su carrera política, la transformación del campo y de llevar bienestar a este sector. Esto, sin duda, con el triunfo electoral y las iniciativas planteadas, ha generado que muchos intereses se vean perjudicados, ya que el modelo anterior les aseguraba mayores ganancias y muy pocas pérdidas.
Por eso la discusión sobre el glifosato y el modelo de producción en el campo son tan importantes en nuestra vida pública. Siendo un sector tan olvidado, es importante que lo recuperemos. Al menos si tenemos interés en el impacto ecológico que hay en nuestras comunidades y que el nuevo modelo de desarrollo sea integral, justo y que lleve bienestar a todos los sectores involucrados.
En Jalisco la poca regulación del campo ha generado grandes impactos ecológicos en diferentes zonas del estado. Por un lado en comunidades de Autlán hemos visto investigaciones sobre las afectaciones que la producción con glifosato ha tenido en niños y niñas en las que el producto se encuentra en su orina y las afectaciones de salud se han hecho evidentes.
Otro de los efectos de este modelo de producción, sumado a la corrupción y la poca regulación ha sido los plantíos aguacateros que se han dado de forma irregular generando problemas ambientales como derrumbes e inundaciones que vimos en el sur del estado en años pasados.
La contaminación del río Santiago, los efectos en la salud en las comunidades de la Ribera de Chapala, las sequías en el norte del estado, la imposición de presas para solucionar el problema del agua eliminando pueblos enteros como Temaca, las contaminación en las zonas turísticas de la costa y el empobrecimiento de sus poblaciones, nos llevan incluso al problema de la gentrificación de las ciudades y el modelo irregular (plagado de corrupción y tráfico de influencias) de desarrollo de metrópoli que genera problemas de acceso al agua de calidad, a servicios básicos y una vivienda digna.
Estos son solo algunos de los problemas que se suma a la larga lista medioambiental que no siempre se analiza a profundidad en la agenda pública o en las soluciones gubernamentales, pero que son necesarias plantear desde una perspectiva sistémica para generar soluciones reales.
En conclusión, el problema del glifosato, al igual que el de la agenda medioambiental necesitan de soluciones de intervención del Estado para su regulación, y sobre todo acabar con una idea neoliberal de que los problemas del impacto ecológico son limitados o enfocados a la forma en que individualmente transitamos en este mundo.
Al igual que las demandas laborales o de género, el medioambiente es una agenda y demanda política y por lo tanto debe articularse entre muchos y muchas con organización para generar procesos duraderos de bienestar, igualdad y justicia para todos y todas.